La muerte afila sus dientes by Ada Coretti

La muerte afila sus dientes by Ada Coretti

autor:Ada Coretti [Coretti, Ada]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Terror
editor: ePubLibre
publicado: 1975-01-01T00:00:00+00:00


CAPÍTULO VI

Al día siguiente, al comisario Engles le faltó tiempo para comparecer por la posada. Necesitaba saber con toda clase de pormenores lo que le había sucedido al posadero.

El señor Pronsson se lo refirió una y otra vez, sin escatimar detalles. Luego añadió por cuenta propia, reflejando un miedo que hasta entonces parecía haberse esforzado por no traslucir.

—Si no da pronto con esa bruja, comisario, a la próxima me cazará. Lo presiento.

—Si la culpable de todo es esa mujer, descendiente de aquélla, de la que todos hablan, pero nadie conoce, supongo que usted sabrá defenderse… Una mujer siempre es más débil que un hombre…

—No sé qué le respondería a esto Peter… —Y su miedo se destapaba, demostrando que había llegado a ser obsesivo, cerval—. Por lo demás, años atrás se repitió el caso infinidad de veces. El entonces conde Mesley, y tantos otros, y otros…

—Sí, tiene razón. De todos modos, todos esos hombres que antes ha mencionado, amaban a la mujer que luego había de matarles… Su caso es distinto, señor Pronsson. Otro móvil guía la mano asesina.

—Por lo que acaba de decir, comisario, usted da por descontado que en el caso de Peter intervino el factor amor…

—El amor es un factor que casi siempre se halla metido de por medio. Debo por tanto admitir, si bien con algunas reservas, la tesis que todo el mundo da por cierta.

—¿Se refiere, asimismo, a que la descendiente de aquella bruja llamada Raquel, sea la que ahora…?

—Sí, sí… Pero, bueno, a su tiempo le responderé a eso —le había interrumpido—. No suelo sentenciar antes de tiempo. Si lo hiciera, sería un mal policía, ¿no lo cree así?

—Bien mirado, sí. Pero, por favor —insistió de huevo con el miedo a flor de piel— dé con el culpable pronto… Con la culpable —corrigió—, porque yo sí creo que se trata de esa persona de la que todos hablan, y lo creo sin reserva ninguna. Yo sí me atrevo a sentenciar a este respecto.

Aún siguieron hablando, mientras fuera de la posada, cerca del pozo, Raquel miraba al joven conde Mesley como si, en lugar de corresponder a sus amorosos sentimientos, le estuviera aborreciendo.

—¿Por qué me miras así, Raquel?

—No creo mirarle de ninguna manera especial.

—Sí, sí…

—Bueno, piense lo que quiera. Me da lo mismo —le dio la espalda, desdeñosa—. Adiós.

—Un momento, Raquel, por favor… —Intentó detenerla con estas palabras.

Pero no muy convencida del poder de las mismas, y por si acaso, la cogió por el antebrazo.

—¿Qué quiere? —Se detuvo, taladrándole con sus inquietantes y abrasadores ojos verdes.

—Ayer vine a verte —dijo él—, pero me esquivaste… Sabías que había venido por ti, sólo por ti, y sin embargo, una vez más me dejaste plantado.

—No me gustó en absoluto cómo empezó a hablarme —repuso ella—. Habíamos quedado que, si volvía por aquí, sería con buenas intenciones. Entonces, ¿por qué insistió en lo de siempre? Además —Raquel se encogió de hombros—, no me sentía de buen humor. El comisario Engles estaba interrogando demasiado…

—¿Por qué demasiado? —preguntó el conde Mesley—. Es normal que lo haga, ¿no? Debe dar con el asesino.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.